Complejo arqueológico de la Encarnación
El complejo incluye cuatro sectores, aunque sólo el área de los templos es visitable. El más antiguo es el denominada «La placica», meseta situada en la margen izquierda del rio Quipar y constituye un yacimiento argárico en fase avanzada. Al norte, al mismo lado del rio,» Los Villaricos», cerro mas elevado, identificado por algunos como el poblado de Assa, mencionado en las tablas de Ptolomeo y al que se hace referencia en la inscripción romana (ver más adelante). Frente a él, el poblado de los «Los Villares». Separado por un barranco, frente a los Villares, se situa la ermita de la Encarnación, excelente ejemplo de suplantación de culto en el mismo asentamiento. Seguramente, en este lugar si situaria el santuario ibérico con el que se relacionan los exvotos en piedra actualmente depositados en el museo de la Soledad.
Los templos del periodo republicano romano (s I a.C.). Constituyen el principal atractivo del complejo. Se trata de dos templos de orden jónico que fueron contemporáneos. El más pequeño, templo A, presenta planta cuadrangular de 6 x 5,10 m y un pronaos con fachada de dos columnas. En su excavación se recuperaron elementos decorativos de la cubierta. El templo B fue ampliado en, al menos, tres ocasiones. En la primera mitad del II a.C. levanto un templo bien ornamentado con elementos decorativos importados.
Actualmente se levanta la ermita de la Encarnación y adosada al nornoroeste de la misma la casa del ermitaño, ambos de los siglos XVI y XVII y junto a un aljibe que data de 1573.
La parte que corresponde al cerro de la ermita de la Encarnación es un complejo arqueológico formado por un santuario de época tardorrepublicana (s. I a.C), construido sobre un templo anterior ibérico, y una extensa cantera de piedra, es uno de los más importantes de la Región de Murcia, que junto con otros yacimientos de época romana del municipio de Caravaca (Cerro de la Fuente de Archivel y la almazara de Fuente de la Teja) documentan la intensidad del poblamiento romano en esta comarca de la Región de Murcia.
Ubicación del conjunto arqueológico de la Encarnación
Google Maps –> https://goo.gl/maps/VhAaMUY91Zz
Coordenadas –> 38°01’48.7″N 1°52’50.3″W — 38.030200, -1.880642
El complejo arqueológico de La Encarnación se encuentra a escasos kilómetros de Caravaca, a poco más de un kilómetro de la pedanía de los Prados. A la altura de esta localidad, en la carretera de Lorca a Caravaca hay un desvío señalizado al yacimiento romano de la Encarnación, para acceder a el hay que seguir por este camino hasta las proximidades del Arrabal de la Encarnación, en el que a unos 100 metros se toma un camino que lleva directamente a la Ermita.
Yacimiento conocido desde antiguo
Los restos del Cerro de la Ermita de la Encarnación ya eran conocidos hacía varios siglos. Pero es a partir del siglo XVI cuando atrae la atención de numerosos estudiosos que citan los restos en numerosas obras de carecer histórico, describiendo:
los muchos cimientos de edificios suntuosos, torres y casas bien labradas y fuertes de sillería.
El canónigo Lozano, en su obra titulada Bastetania y Contestania del Reino de Murcia y publicada en 1794, identificaba los restos con la antigua ciudad de Asso. En 1885, Fernández Guerra publica una inscripción hallada en las proximidades en las que se hacía referencia a la localidad de Asso, topónimo que aparece nombrado en las Tablas de Ptolomeo. En 1832, Ceá Bermudez describe los restos que perduran en esa época, refiriendo un templo, restos de sepultura y numerosas columnas y restos de arquitectura romana.
Historia de los descubrimientos del yacimiento de la ermita de la Encarnación
La documentación local del XVII al XIX ya refleja el conjunto de yacimientos situado en El Estrecho de las Cuevas de la Encarnación, al sur de Caravaca de la Cruz.
En los años 40 del siglo XX se identificaron varios centros defensivos separados por el río Quípas, muy cercanos a la ermita de la Encarnación en prospecciones realizadas por Nieto Gallo.
El conjunto incluye Los Villares, poblado ibero-romano fortificado por muralla de mampostería con torreones cuadrangulas, situado al norte de la ermita, la plaza de armas al oeste, y, en la margen izquierda del río, Los Villaricos poblado ibero-romano del IV-II ane. En las prospecciones se identificaron algunos restos arquitectónicos como un capitel jónico que guarda similitudes con el encontrado en el Cerro de los Santos, desgraciadamente en paradero desconocido.
La primera excavación oficial fue realizada en 1974, dirigida por M. Jorge Aragoneses. En los años 80 se recuperaron varias piezas escultóricas en piedra arenisca seguramente relacionadas con un santuario, depositadas en el Museo Arqueológico Municipal de Caravaca, entre las que destaca un Despotes Hippon (diosa domadora de caballos) así como representaciones de figuras masculinas y considerados exvotos de un posible santuario y datados entre el IV-I a.C. El cerro de la ermita se ha considerado un lugar de culto , con materiales del ibérico pleno (V-IV a.C.), y construcción posterior de los dos templos republicanos.
La cantera
Durante los trabajos de construcción del santuario y en las sucesivas reformas a las que se sometió al templo, se necesitó gran cantidad de piedra. Su extracción se realizó en las proximidades del complejos, abaratando y facilitando los trabajos edilicios.
El trabajo en la cantera no consistía únicamente en la extracción de piedra; este proceso no era más que un paso de tantos otros en una larga cadena productiva en la que el diseño del edificio era el comienzo, que era continuado con la extracción de la piedra, procediéndose con posterioridad a su desbaste, el transporte al lugar en el que se construyó el templo, su trabajo para darle la forma adecuada y, por último, los retoques finales para lograr su apariencia definitiva.
El uso de esta cantera ha pervivido prácticamente hasta inicios del siglo pasado, utilizándose las mismas técnicas extractivas que emplearon los constructores romanos. Éstos, tras realizar varias catas en las que se aseguraron cuál era el mejor lugar para iniciar una explotación de piedra a cielo abierto, abrieron dos canteras.
La primera, localizada únicamente a cien metros de la Ermita de la Encarnación, es la de mayores dimensiones y proporcionó toda la piedra necesaria para la construcción del edificio.
La segunda cantera, localizada en una gran superficie rocosa junto al santuario, es más pequeña que la anterior. Se conservan perfectamente las soleras y las ranuras de extracción de la piedra, lo que ha permitido conocer cuales fueron los módulos, el proceso técnico de extracción y las herramientas utilizadas.
Los templos
Durante los siglos II y I a.C., se construyeron en el cerro de la ermita de la encarnación dos templos, erigidos sobre otro anterior de época ibérica del que apenas quedan testimonios. Estos edificios constituyen uno de los ejemplos más antiguos de templos romanos en la Península Ibérica.
Durante la conquista, del mismo modo que habían hecho en otros lugares, los romanos construyeron sus templos sobre anteriores edificaciones ibéricas. Este fenómeno ocurre, además de en La Encarnación, en otros muchos lugares de la Región como en el santuario de la Luz, en Murcia o la Cueva Negra y el Santuario de las Aguas en Fortuna…etc. Sobre el santuario ibérico, Roma construye el propio como acto de poder para destacar su dominio, en unas tendencias que serán recurrentes dentro del proceso de romanización.
El primer edificio es un templo de orden jónico, octóstilo (ocho columnas en la fachada), con una ancha cella (sala principal del centro), con columnas estriadas, basas áticas y capiteles jónicos. El segundo templo es de menores dimensiones que el anterior, también de orden jónico, tetrástilo (cuatro columnas en la fachada), con un amplio pronaos (vestíbulo) y una cella que los constructores del templo encajaron en la plataforma rocosa, horadada y sobre la cual levantaron los muros del templo con sillares perfectamente escuadrados y encajados.
La decoración del edificio se completa con terracotas arquitectónicas (placas de revestimiento y antefijas de cerámica que solían llevar diversas representaciones) decoradas con motivos vegetales y de sátiros y ménades.